miércoles, 18 de abril de 2012

Vestida de coraje.


Hoy me he vestido de coraje.
Me he calzado con seguridad.
Me he pintado una sonrisa en la cara
y he usado tranquilidad como fondo de maquillaje.
He desayunado una gran taza de valor.
Me he armado con un paraguas de frialdad como escudo
y me he puesto mis gafas con cristales opacos para
no ver la felicidad ajena.

Me miro en el espejo una ultima vez
y no me reconozco bajo tanta capa de falsa serenidad.
Aparento todo lo contrario a como me siento,
pero aunque no me gusta lo que veo, me obligo a alzar la barbilla
y a cuadrar los hombros.
Solo entonces, salgo al mundo y finjo.

Finjo estar bien.
Finjo tener el valor necesario para seguir adelante.
Finjo que la serenidad y la sonrisa son genuinas.
Finjo que la patina de tranquilidad que enmascara mis
sentimientos no me irrita la piel.
Finjo para mi misma que no siento como, a lo largo del día,
van apareciendo finas y alargadas grietas en mi estudiada pero imperfecta armadura.
Finjo que me importa que el mundo siga girando.
Finjo que me importa seguir viva.

Tamara Agudo.

Lagrimas de sangre y sal.



Lágrimas de sal
lágrimas de sangre
esas son mis lagrimas.

Lágrimas de sal
delatadoras, cálidas, brillantes y puras.
Lágrimas de sal
que se deslizan silenciosas por mis mejillas
como lluvia en el cristal

Lágrimas de sangre
anunciadoras malditas e hirientes
Lágrimas de sangre
que resbalan escandalosas entre mis piernas
como finos hilos carmesí.

Lágrimas de sal
de miedo atroz,
de pura impotencia,
de amarga desesperanza
de profunda tristeza.

Lágrimas de sangre
de una vida que ya no sera vivida,
de un cuerpo que ya no sera habitado,
de una sonrisa que ya no conocere
de una sueño que ya no sera cumplido.

Lágrimas de sangre y sal
lagrimas que hieren el corazón,
lagrimas que minan el alma.

Esas son mis lagrimas asta este dia.
Pero puede que algún día
esa sangre sea derramada dando viva
y esa sal sea vertida de felicidad

Dolor en el alma.


Hay dolores que matan.

Que laceran el cuerpo, que sangran.

Que te hacen retorcerte y gritar.

Pero los hay peores,

los has que te acompañan toda tu vida,
impidiéndote cumplir tus sueños o vivir en paz contigo mismo;

los que destruyen la voluntad de un hombre reduciéndolo a una sombra de si mismo;

Los que destrozan el alma arrancando del corazón la ilusión, la alegría ... la esperanza.

Ese es, el dolor que quita las ganas de vivir, el peor dolor que puede sufrir el hombre, pero cuando lo superas, lo vences, o al menos lo controlas, seras grande.

Seremos grandes.

Hasta ese momento hay que suplicar para que el valor no nos abandone.

Tamara Agudo.